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Vulnerabilidad, sí! Aprendiendo de las Emociones 2

Actualizado: 5 ene 2021

Son días en los que profundizar sobre el significado de la vulnerabilidad, como personas, sociedad y humanidad. En décadas pasadas fueron relevantes significados del liderazgo, la resiliencia, los ejecutivos altamente efectivos, la comunicación efectiva, entre otros modelos del deber ser. Hoy por obligación el mundo (la mayoría de las personas que lo habitan) han sido volcados a comprender, aceptar e integrar una amenaza vírica y su principal enseñanza: la vulnerabilidad como condición y como emoción.


Tengo más de 26 años trabajando en la familiarización y alfabetización en identidad, el self o sí mismo, tanto en psicoterapia como en sesiones de coaching a ejecutivos. Tiempo más que suficiente para comprobar el valor de las palabras y la facilidad con la cual la vivencia de sus significados favorecen/impiden el encuentro con el sí mismo.


La vulnerabilidad tiene una gran carga de significados, predominantemente negativos. Con una civilización instituida predominantemente en la dominación, expoliación y conquista, no es de extrañar entonces que el primer y más difundido concepto de la vulnerabilidad este referida a la condición de ser heridos y ceder. Potenciales características de debilidad.


Así las personas han evolucionado, generando capas de protección, alejando de sí toda posibilidad de sentirse o ser conocidos como vulnerables. El temor a ser heridos o consentir ser invadidos por un otro ha sido inculcado desde la educación más temprana, por lo que el desarrollo de la propia identidad ha contado con mecanismos que han hecho crecer dentro de las conocidas capas de cebolla. El esfuerzo por encubrir las sensibilidades ha vuelto a las personas insensibles también a su propia condición íntima y humana.


Cuando una figura como el primer ministro inglés Boris Johnson, declara públicamente que la manera en la que enfrentará la epidemia del coronavirus será dejando que la población inglesa lo contraiga y se haga inmune a ese virus, con la penosa pero inevitable muerte de aquellos que no superen la enfermedad por sí mismos, generó una gran alarma y una crisis generalizada en la ciudadanía inglesa, enfrentados a una amenaza de muerte compartida. Por un día, y hasta que salieron los distintos voceros opositores, la vulnerabilidad fue una emocionalidad común. Días después, el primer ministro declaró estar infectado.


Igual está pasando en todos los países, las dificultades sanitarias para atender a los infectados ha obligado una cuarentena que evoca inmediatamente la condición de ser vulnerables y la importancia de reconocerlo e introducir inminentes cambios de relación con los otros y con el planeta. Las personas religiosas o no, espirituales o no, que asumen esta emocionalidad desde su parte virtuosa, se permiten aceptar que hay eventos que no puede controlar, y permiten dejarse afectar por ciertos eventos en sus vidas.


Asi, el efecto de la psicoterapia, del confesionario, de la conversación íntima, ocurre cuando la emoción de la vulnerabilidad se consciente que emerja y se acepta sentirla. Sentirse vulnerable permite deshojar las capas de cebolla. Puedes meditar, hacer yoga, ir a psicoterapia, desear cambios urgentes, pero si no se asumes la condición y más aún la emoción de la vulnerabilidad, posiblemente no ocurran los cambios que quieras ver que ocurran.


Nelson Mandela “Nunca pienso en el tiempo que perdí, porque sé que esa estaba destinado para mí”. Tómalo, este tiempo es para ti y regresa a casa, a tu ser esencial.

Les propongo una intención, ahora que corren muchas cadenas mundiales por redes sociales, se han hecho innumerables grupos de estudio y conexión, reflexión, sobre todo de meditación. Conecta con la emoción de la vulnerabilidad y abandona la resistencia que te hace estar activamente conectado a medios y redes sociales . Practica la soledad y la conversación íntima contigo. Escribe tus pensamientos, obsérvalos. Dale un espacio a los sentimientos y obsérvalos. Reconoce cuáles de ellos están impidiendo que conectes contigo. Observa las conversaciones cotidianas que realizas y el cómo te sientes con ellas. En silencio observa a tu compañero / compañera y reconecta, retoma la relación y renueva los motivos por los cuales estar juntos. Igual con los hijos e hijas, la familia. Participas en muchos grupos, obsérvales y obsérvate, retoma los elementos que te une a ellos. Observa si hay cambios, o qué cambios deseas realizar. Como en el post anterior, cito a Nelson Mandela “Nunca pienso en el tiempo que perdí, porque sé que estaba destinado para mí”.


Tómalo, este tiempo es para ti y regresa a casa, a tu ser esencial, vuelve a ti. Esta es un reclamo existencial, a veces espiritual, volver a casa, a nosotros mismos, es un camino personal e íntimo, no es posible dejarlo en manos de otros, en ocasiones nos lleva a aquella condición de vulnerabilidad cuando se es niño y era posible maravillarse, sentir o descubrir, con la sabiduría del adulto.


Brené Brown tiene más de una década divulgando el poder de la vulnerabilidad explicando sus investigaciones y trabajo.


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